viernes, 18 de marzo de 2011

Pedro Tzontémoc y su Locuralocúralocura


Sus comentarios sarcásticos son constantes y su sonrisa franca contagia. Pero sí. No hay forma de negarlo. A veces resulta frustrante, doloroso.
En 1995, El fotógrafo Pedro Tzontémoc (Ciudad de México, 1964) publicó el libro titulado Tiempo suspendido, que sintetizaba su experiencia de un mes caminando por la Sierra Tarahumara tomando fotos, viviéndolas, incluso aquellas que decidió no tomar.
Ahora no puede caminar o tomar fotos como quisiera, porque el movimiento y la atención constante a su cuerpo se lo impide. “A veces sí es frustrante, pero también es algo que tengo muy asumido”, dice sin amargura alguna.
De hecho encuentra una posibilidad en ese sentimiento. Está trabajando ahora en un proyecto editorial que contendrá 36 estampas de las fotos que no tomó, por decisión, cuando sí podía caminar. “Es hora de revelar las fotos que no tomé”.
Desde hace tres años, Tzontémoc vive en Marsella, ciudad francesa donde comparte vida con su compañera Valentina Laforet, ex directora de la Alianza Francesa en México y actual representante y promotora de Pedro. Lugar donde que ambos encuentran menos “menos accesible” que la Ciudad de México.
Ambos están de visita en México para la inauguración de la exposición y libro homónimos Locuralocúralocura en el Centro de la Imagen. Lo primero sucedió el jueves 17 de marzo, y lo segundo será el próximo 23 de marzo.
El proyecto que abarca el libro publicado por Artes de México y la muestra integrada por una selección de imágenes en blanco y negro que documentan 52 terapias y/o consultas distintas en su país natal y otras partes del mundo, en busca de salud, cordura y claro, de cura. Una búsqueda permeada por una fuerte necesidad de creer, de tener fe, que para él solo es "necedad".


A propósito la siguiente conversación de Infonclusión con Tzontémoc sobre su desenfadada y “necia” forma de vivir con discapacidad. Desde hace una década, cuando comenzó el periplo en lecturas de café, el poder de la oración profunda, la sanación católica, la medicina ortomolecular, los estudios neurológicos e incluso brujos o chamanes y la curación a distancia con cristaloterapia o la insuficiencia venosa cerebro-espinal crónica, entre muchas otras “terapias” en las que buscó un diagnóstico preciso de la enfermedad que progresivamente, le ha ido robando movilidad a sus piernas y luego a sus brazos, y que comenzó con simples tropiezos constantes al caminar.
Antisolemne y alejado de la idea de grupos de apoyo para enfrentar la discapacidad, Pedro emprendió hace 10 años, en solitario y de forma paralela, un viaje físico que lo llevó a países como Argentina, Uruguay, Italia y Francia, además de otros estados de la República Méxicana; y otro interno: el enfrentamiento consigo mismo, siempre en busca de respuesta a sus múltiples preguntas. Entre otras, las más lógicas: ¿De qué estoy enfermo y por qué?
La respuesta más cercana a su condición y más frecuente a pesar de no ser un diagnóstico certero, es el de una esclerosis múltiple, y que se modificó hasta la consulta del último neurólogo que decidió ver, en 2010 y del que escuchó un nuevo concepto no aceptado aun médicamente: esclerosis primitiva, debido justamente a que parte del comportamiento de su enfermedad no coincide con características de la esclerosis múltiple, enfermedad que afecta el sistema nervioso central y registra la existencia por ejemplo, de placas diesmelinizantes -los signos y síntomas comunes consisten en debilidad de una o más extremidades, pérdida visual, vértigo y trastornos del equilibrio, entre otros, en cerebro y médula espinal, que Pedro no presenta en su totalidad.
Lo único cierto es que su médula espinal está inflamada permanentemente.
--¿Cómo empieza el proceso de este proyecto fotográfico tan personal?
Mi fotografía siempre tuvo que ver mucho con una experiencia vivencial, con fotografiar lo que vivo. Cuando empecé a tener problemas para caminar, pensé que no era nada. No podía levantar bien el empeine de mi pie derecho y no me daba cuenta. Me tropezaba seguido y no entendía qué estaba pasando. Hasta que recurrí a los médicos. Fue la primera vez que me hablaron de esclerosis múltiple. Me documento y me da terror.
Toda mi fotografía tiene mucho que ver también con los viajes, así que me dije: lo que tengo que hacer es viajar. Y me fui a Argentina. Luego hice el viaje más largo que he hecho en mi vida por Europa. Empecé a viajar como loco, una especie de reacción: a mí no me detienen. Pero también pensando en el tiempo que me quedaba para moverme.
Entre 2003 y 2004 me di cuenta de que estaba siendo un poco deshonesto con el asunto de mi propio concepto de la fotografía. Estaba viajando y fotografiando lo que vivía, pero dejando de ver algo muy importante: el propio proceso médico. Para ser coherente tendría que fotografiarlo.
Con un proyecto presentado en 2004 sin éxito, y luego en 2005, para el Sistema Nacional de Creadores de Arte de Conaculta, obtuve el apoyo con el que comencé a sistematizar lo que inicié cinco años atrás.
Recuperé contacto con los médicos o terapistas que ya había visto, comencé a retratar a los que estaba viendo en ese momento y a los que siguieron. La beca fue hasta el 2008 y tenía previsto detener ahí el proyecto pero no había conclusión posible. Los médicos seguían con que sí y no tenía esclerosis múltiple. Me parecía que terminar el proyecto así, era un poco absurdo, entonces continué con el proyecto hasta 2010.
Fue entonces cuando Pedro Tzontémoc decidió, sin ese diagnóstico preciso tan buscado, concluir el proyecto fotográfico documental de su búsqueda, y como escribe en el prólogo de su libro: “entender la inmovilidad como consecuencia de la somatización de algún asunto no resuelto, perdido en el laberinto de mi memoria. Podría estar equivocado, lo sé, pero todos lo han estado hasta el momento”. Y decidió tomar lo que rechazó durante una década: terapia sicológica.
--Nunca te dieron un diagnóstico preciso ¿Cómo te sientes frente a eso?
No tengo diagnóstico preciso. Me han hablado de esclerosis múltiple, pero por descarte, otros me han dicho que nada tenía que ver. Otros más me han hablado de embrujamiento, tumor en la médula espinal, un nervio lastimado, mil opciones.
El diagnóstico de resonancia magnética en el cerebro es que no tengo nada, hay unas pequeñas manchas en el cerebro pero que son perfectamente normales. Los neurólogos han hecho suposiciones y al no comprobar hipótesis la declaran esclerosis. Ha crecido como una enfermedad huérfana -ríe. Hasta que hace unos meses el último neurólogo que vi dijo vamos a ponerle “esclerosis primitiva”.
Finalmente dejé de vivir en esta orfandad terrible. Michael Foucault decía que el simple hecho de nombrar la enfermedad alivia, y es cierto, porque ya pertenezco a ‘algo’. Eso me dio también la posibilidad de terminar mi libro y construir esta exposición que exhibo por primera vez aquí, en México.
Algunas de las ‘terapias’ no las retraté y resultaron insignificantes, pero en todas estoy sano, menos de la médula espinal. Ya no importa si me curo o no, sino saber ¿por qué demonios permití que sucediera esto?
Hace medio año que sigo la terapia psicológica. No me ha curado y tampoco pretendo que lo haga. Pero mantengo una exploración interna que ha tenido símbolos y ha despertado cosas.
En realidad todas las ‘terapias’ funcionaron en su momento… Una bruja me embarró una gallina y no sé cuánta porquería, pero salí caminando del mar sin el bastón que usaba entonces, claro al otro día estaba igual.


Y un tratamiento en México, brutal, de cortisona e inmunosupresores, me levantó de la silla de ruedas un año. Ahora solo mantengo además de las sesiones psicológicas, una vacuna hecha a partir de orina, que he comprobado que hace más lento el proceso degenerativo, aunque no lo detiene.
--¿Qué te ha permitido la documentación fotográfica?
El arte es la mejor herramienta para conocerte. La foto siempre me ha permitido esa búsqueda. En este caso, cuando eres un enfermo y llegas con el médico, si te toca un neurólogo, por ejemplo, dejas de ser el señor Pedro Tzontémoc para convertirte en ‘el señor médula espinal inflamada’. Pierdes la identidad. Muchas veces no les importa ni cómo te llamas.
La fotografía me sirvió para exorcizar la enfermedad y me mantuvo con identidad frente al proceso médico. Decir: 'Yo soy Pedro Tzontémoc y soy fotógrafo: lo quiero retratar'. Dejé de ser ese ‘señor médula espinal inflamada'.
La mayoría dijo sí. Ahora que estoy entregando el libro a médicos, curanderos y demás, la reacción es de sorpresa. Creo que muchos no creyeron que era fotógrafo y que haría este libro, pero aquí está. Viví un proceso casi esquizofrénico: el ‘señor médula espinal inflamada’ sometido a lo que el médico diga, frente al Pedro Tzontémoc fotografiando.
Por eso solo aparezco en dos fotos, la imagen de mis pies al inicio de la enfermedad, y mi sombra.
--¿Qué impresión tienes entonces del tránsito de la comprensión de la discapacidad no solo como un modelo médico sino como un modelo social, que se está dando en el mundo desde hace unos años?
Como he dicho, frente al médico eres casi siempre el señor médula espinal inflamada o el hígado o lo que sea. Y cuando sales del consultorio, frente a la sociedad no eres un individuo, eres ‘el señor tullido’, con esa actitud que me revienta de ´tú puedes campeón…'.
Pero yo no me asumo así. Nunca me sueño siquiera con un problema para caminar. Eso sí, soy un necio y hasta hago sin problema ‘tullichistes’, porque los eufemismos me caen super gordos.
--Durante el recorrido por tu exposición, se encuentra la siguiente cita escrita por ti: “Recuerdo mis pasos, mi libertad, mi independencia, conceptos que tendré que redefinir”. ¿Lo has logrado?
Con mi trabajo fotográfico siempre voy en busca de la experiencia que me transforme y me convierta en otro Pedro. Ésta por supuesto me ha transformado. Seguramente he sido otros muchos Pedros en este proceso, y tampoco sé realmente quién soy ahora. Pero sí sé que he recibido muchas dosis de una medicina llamada paciencia. Antes era muy impulsivo, ahora no, aunque soy igual de obsesivo. Ahora simplemente no puedo hacer algunas cosas y debo esperar a que otro las haga por mí y el otro tiene también sus cosas, eso condiciona mis deseos...
Por otra parte, he trabajado mucho más que antes, es muy curioso. También me volví un fotógrafo más sistemático. Cuando empezó la enfermedad se elevó muchísimo la producción y el número de proyectos concluidos.
Y duele aceptarlo, pero creo que mis mejores fotos son enfermo, no antes.
La experiencia me ha transformado radicalmente. Ahora no puedo subir a la montaña, a veces en la calle no puedo tomar fotos porque tengo que revisar si hay un hueco, si puedo pasar, no tengo la misma atención de lo que puedo hacer, no puedo tener las manos a veces en la cámara -desde hace un año y medio tengo dificultad para mover la mano izquierda-, debo fijarme donde paso y dónde no. La atención es diferente.
Hay mucho de contemplación más que de acción. Pero tampoco está mal, me gusta.



Lo malo es que creo que todavía no me ubico como ‘tullido’. Ahora estoy empeñado en realizar un proyecto sobre mi historia familiar en España, de donde era mi abuelo: fotografiar España y México, sus coincidencias y sus diferencias para rearmar mi propia identidad en ese contexto. Y lo he planeado como si no tuviera problemas para moverme, para viajar, para caminar…
Junto con Valentina, su compañera y representante, el fotógrafo mexicano también trabaja en la traducción al francés de su libro Locuralocúralocura, y también en la posible itinerancia de la exposición homónima que ahora puede visitarse en el Centro de la Imagen.
Además, ya alimenta un nuevo proyecto, una nueva serie de imágenes a la que ha llamado "Paisajes de paso". Fotos que va tomando a través de la ventanilla del coche, mientras su acompañante va manejando.
María Luisa López / Infoinclusión

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